El Dr. X hacía deducciones rápidamente. Sin embargo, el enigma nunca había sido tan grande como cuando descubrió que el fármaco podría estar funcionando correctamente. Se abría la puerta de la incertidumbre nuevamente -No, eso no me gusta. Cómo resolveré esta cuestión.
En las simulaciones todo tiene sentido.
El Dr. X se preguntaba que si el 90% de la capacidad de la mente de la que se creía que no era usada, estaba destinada realmente a algo, la investigación no sólo había resultado en un fracaso, sino que cometió un error típico, un error de principiante.
En la época cuando el Dr. X era estudiante en la Universidad de Standford y tomó los primeros cursos de desarrollo de fármacos le explicaron la diferencia entre las cosas que funcionan en las simulaciones y las variables que impone la realidad. Fue con una anécdota graciosa con la que culminaron esa clase. Se propuso no caer jamás en un error de ese tipo, no terminaría relatando su propia anécdota a los que serían sus estudiantes - Como dicen, sabio es aprender de tus errores, pero más sabio es aprender del de los otros. El Dr. X se identificaba más con el segundo caso, o eso quería creer.
El error estaba hecho, o no totalmente. Tenía que revisar la evidencia y el desarrollo conceptual del fármaco -Cuando el gobierno te está apurando, uno no puede tener todo el cuidado que debería - pensó el Dr. X. y continuó - Evaluemos, si las sustancias que hemos usado para elaborar el fármaco afectan el cerebro sin modificarlo, existe un menor grado del efecto que queremos causar en la misma naturaleza. Los niños de los colegios del gobierno, eso es. Alguna particularidad con ellos debe darme una pista.
El Dr. X se dirigió rapidamente al malecón. Mientras caminaba iba razonando, hasta que de pronto supo a quién llamar. Sacó el teléfono celular e inició una video llamada a Lilly.
-Lilly, mi amor. Conoces a alguna psicóloga.
-Que pasa, puedes hablar conmigo si quieres.
-No creo parecer fuera de mis cabales. Dime pues ¿Alguna psicóloga?
-Primero me dirás para qué necesitas una.
-Lilly, ¡por favor!
-Parece que no me dirás.
-Sí te digo, pero primero dame alguna referencia.
-Natalia ¿te acuerdas?
-No sé, un poco, vagamente... compárteme el contacto.
-Ya está. ¿Ahora me dirás para qué?
-Sí. Se me ha ocurrido una idea para el proyecto, tiene que ver con gente que tenga un poco de lo que hace el fármaco pero naturalmente, osea, los niños genios de los colegios. Te llamo en un instante.
Inició la video llamada con Natalia. Le preguntó si había trabajado en alguno de los colegios del gobierno. Ella respondió afirmativamente. El Dr. X hizo algunas preguntas y cortó.
-Justo lo que esperaba, muchos de los niños que tienen un alto coeficiente intelectual deben tener desbloqueado cierto porcentaje adicional de su capacidad mental. Natalia dice que suelen estar concientes de mayor cantidad de pensamientos.
El proceso normal es que en la adolescencia el cerebro se desarrolle y se forme un mecanismo para que muchos pensamientos inútiles sean bloqueados. ¿Quiénes no lo hacen bien? Los genios y los locos. Sin embargo, muchos genios están locos ¡qué enredo! - se decía a si mismo conforme caminaba-. Concluyó que los genios y los locos tienen un efecto parecido al ocasionado por el fármaco, pero en un grado mucho menor. Y qué diferencia a un genio de un loco si de manera general ambos ven el mundo de forma diferente. Creo, si mi instinto no me engaña, que tiene que ver con la fuerza de mente que tienen, para algunos la cantidad de pensamientos concurrentes que tienen pueden desbordar su fortaleza mental.
El Dr. X se preguntaba cúal era el límite entre la genialidad y la locura. Sin embargo eran temas sobre los que no quería pensar mucho. Decidió ir por partes y con calma. Sabía que debió pensar en que pasaría si el 90% restante era usado para algo, y dado que este parecía ser el caso se preguntaba si los sujetos de prueba podrían asumir esas funciones. Había escuchado de un rumor, sobre agentes de la CIA que podía autoprovocarse paros cardiacos. Sin embargo, para comenzar pensó que los experimentos deberían continuar, probaría si las ratas permanecían con vida si recibían respiración artificial y reanimación, así demostraría que el paro cardiaco y respiratorio no era causado directamente por una reacción adversa al fármaco sino por no asumir las funciones vitales de manera consciente. Sin esa prueba lo que pensaba solo era una idea ¡Vaya embrollo!.
El noventa por ciento y la guerra del agua
Saturday, August 14, 2010
Wednesday, August 4, 2010
Capítulo 1
Dando un par de pasos se posicionó en el centro de la habitación, meditó un rato y finalmente se animó a sacar el teléfono del bolsillo. De pronto leyó la noticia que esperaba, pero no se sentía como se suponía. Pensó que intentaría estrellarse con las puertas de la felicidad. Pero era de noche y su esposa dormía.
El Dr. X trabajaba en un laboratorio de computación con simulaciones farmacológicas. Al principio tuvo quejas de su conciencia al decidirse ingresar a esa rama de investigación, pero estas habían disminuido conforme se adentraba en el proyecto. Trabajaba para el gobierno del Perú. Había nacido en Lima y estaba completamente comprometido con el país, como lo repitió por primera vez junto al presidente Edmundo Pérez en una reunión que marcó su vida, y quién sabe, muchas más. - Sí, presidente, es el país y sus intereses, no me voy a negar.
El presidente Edmundo Pérez había tomado el mando tras un extraño concenso de varios partidos políticos ante una inminente guerra del agua. La preocupación nacional era seria, según lo manifestó al Dr. X el mismísimo presidente, que requerían mi apoyo, y que era muy importante, porque se nos venía la guerra del agua ¿Qué lugar sino el Amazonas para el primer ataque? Pronto, el gobierno peruano emprendió un programa secreto para adelantarse al conflicto que pondría en riesgo inminente la soberanía nacional.
El proyecto nacional empezó varios gobiernos atrás sin embargo. Intentos aislados que incluían la creación de colegios para los alumnos más talentosos del país. Algo que ya hacían muchos países en su momento. También se decidió enviar a estos alumnos destacados a realizar maestrías y doctorados al extrajero. En cada área del conocimiento se escogió cuidadosamente a los alumnos y paises destino, analizando milimétricamente el perfil psicológico de cada uno tratando de garantizar dos cosas: lealtad y retribución.
El Dr. X no había ido al colegio de los muchachos talentosos, pero acababa de regresar de estudiar un doctorado en Computación Farmacológica en la Universidad de Stanford. Trabajaba en el laboratorio de Computación de Alta performance en la Universidad Católica, en el proyecto Legión. En eso, fue convocado a una cena con el presidente Pérez -Qué extraño, y qué querrá el presidente.
Le asignaron un proyecto secreto, era un reto único, no pensó poder pero le resultó imposible negarse -es el país y sus intereses, no me voy a negar. Tenía que desarrollar un fármaco que destapara el 90% del potencial humano, el que se decía no era usado. -No sabía que acá en Perú teníamos proyectos secretos, es un avance.
La simulación había indicado que el fármaco era estable y se había determinado la manera óptima de producirlo, esto es una secuencia de pasos que incluían procesos químicos y físicos. El Dr. X se preguntaba que efectos tendría, y le preocupaban explícitamente los efectos secundarios. Era tarde, dio unos pasos, se alejó del centro del cuarto y fue donde su esposa. Le contó brevemente el resultado, ella se sorprendió gratamente e incorporándose poco a poco y cayendo en cuenta de la magnitud de la notica empezó a besarlo efusivamente, un poco más, desbarataron algo y llegó pronto la mañana.
Iniciaron la secuencia de producción del fármaco y en unas horas tenian las primeras ampollas. El Dr. X se preguntaba cúal sería la mejor forma de probarlo, al final, su trabajo terminaría con el diseño de fármaco. La gente encargada de las pruebas inició la prueba en ratas y conejos. El Dr. X no estaba de acuerdo, pero era la única forma al parecer.
La secuencia de pruebas en ratas fue un desastre según apuntaron los expertos. Las ratas dejaron de respirar y murieron. Otras tuvieron un paro cardiaco casi inmediato. Esto le extraño bastante al Dr. X y le dejó muchas horas de sueño menos por varias semanas. Las pruebas se interrumpieron de inmediato, y se le solicitó reevaluar el procedimiento seguido.
Cuando las cosas iban mal le gustaba ir a caminar solo por la playa, esta vez fue con su esposa. Conversaban amenamente después de un buen rato de silencio. De pronto, la abrazó por la espalda y contemplaron el cielo. Se preguntaban que sería del Perú en el caso de una guerra del agua. Las exportaciones de agua ya rebasaban los límites. De pronto se fijó en la respiración de su esposa.
-Lilly, creo que tengo una idea.
-¿De lo que hablamos, o ya estas divagando?.
-De lo que hablamos pues. Osea, en parte.
-A ver, sorpréndeme.
-Te pregunto algo. ¿Porqué estás respirando?
-ja ja ja, no seas tonto. Y si no respirara ¿qué, sería mejor para tí? Cuidadito con querer deshacerte de mí. - fingiendo un golpe en el estómago.
-Claro, ese es el punto. -Sonriendo picarescamente- Déjame explicarte. Tu no respiras porque quieres, es como una obligación.
-Ah, con que una obligación. Comenzaré a molestarme.
-ja ja ja, no. Mira, es la parte inconsciente de tu cerebro la que te obliga a respirar. Si tu controlaras el noventa por ciento de tu mente no tendrías la respiración en automático.
-¿Ah, y eso es lo que quieres, no? -riendo
-¡No! Eso es lo que está fallando. Cuando las ratas tienen control total sobre su mente, dejan de controlar su respiración. ¡El fármaco puede estar funcionando bien!
El Dr. X trabajaba en un laboratorio de computación con simulaciones farmacológicas. Al principio tuvo quejas de su conciencia al decidirse ingresar a esa rama de investigación, pero estas habían disminuido conforme se adentraba en el proyecto. Trabajaba para el gobierno del Perú. Había nacido en Lima y estaba completamente comprometido con el país, como lo repitió por primera vez junto al presidente Edmundo Pérez en una reunión que marcó su vida, y quién sabe, muchas más. - Sí, presidente, es el país y sus intereses, no me voy a negar.
El presidente Edmundo Pérez había tomado el mando tras un extraño concenso de varios partidos políticos ante una inminente guerra del agua. La preocupación nacional era seria, según lo manifestó al Dr. X el mismísimo presidente, que requerían mi apoyo, y que era muy importante, porque se nos venía la guerra del agua ¿Qué lugar sino el Amazonas para el primer ataque? Pronto, el gobierno peruano emprendió un programa secreto para adelantarse al conflicto que pondría en riesgo inminente la soberanía nacional.
El proyecto nacional empezó varios gobiernos atrás sin embargo. Intentos aislados que incluían la creación de colegios para los alumnos más talentosos del país. Algo que ya hacían muchos países en su momento. También se decidió enviar a estos alumnos destacados a realizar maestrías y doctorados al extrajero. En cada área del conocimiento se escogió cuidadosamente a los alumnos y paises destino, analizando milimétricamente el perfil psicológico de cada uno tratando de garantizar dos cosas: lealtad y retribución.
El Dr. X no había ido al colegio de los muchachos talentosos, pero acababa de regresar de estudiar un doctorado en Computación Farmacológica en la Universidad de Stanford. Trabajaba en el laboratorio de Computación de Alta performance en la Universidad Católica, en el proyecto Legión. En eso, fue convocado a una cena con el presidente Pérez -Qué extraño, y qué querrá el presidente.
Le asignaron un proyecto secreto, era un reto único, no pensó poder pero le resultó imposible negarse -es el país y sus intereses, no me voy a negar. Tenía que desarrollar un fármaco que destapara el 90% del potencial humano, el que se decía no era usado. -No sabía que acá en Perú teníamos proyectos secretos, es un avance.
La simulación había indicado que el fármaco era estable y se había determinado la manera óptima de producirlo, esto es una secuencia de pasos que incluían procesos químicos y físicos. El Dr. X se preguntaba que efectos tendría, y le preocupaban explícitamente los efectos secundarios. Era tarde, dio unos pasos, se alejó del centro del cuarto y fue donde su esposa. Le contó brevemente el resultado, ella se sorprendió gratamente e incorporándose poco a poco y cayendo en cuenta de la magnitud de la notica empezó a besarlo efusivamente, un poco más, desbarataron algo y llegó pronto la mañana.
Iniciaron la secuencia de producción del fármaco y en unas horas tenian las primeras ampollas. El Dr. X se preguntaba cúal sería la mejor forma de probarlo, al final, su trabajo terminaría con el diseño de fármaco. La gente encargada de las pruebas inició la prueba en ratas y conejos. El Dr. X no estaba de acuerdo, pero era la única forma al parecer.
La secuencia de pruebas en ratas fue un desastre según apuntaron los expertos. Las ratas dejaron de respirar y murieron. Otras tuvieron un paro cardiaco casi inmediato. Esto le extraño bastante al Dr. X y le dejó muchas horas de sueño menos por varias semanas. Las pruebas se interrumpieron de inmediato, y se le solicitó reevaluar el procedimiento seguido.
Cuando las cosas iban mal le gustaba ir a caminar solo por la playa, esta vez fue con su esposa. Conversaban amenamente después de un buen rato de silencio. De pronto, la abrazó por la espalda y contemplaron el cielo. Se preguntaban que sería del Perú en el caso de una guerra del agua. Las exportaciones de agua ya rebasaban los límites. De pronto se fijó en la respiración de su esposa.
-Lilly, creo que tengo una idea.
-¿De lo que hablamos, o ya estas divagando?.
-De lo que hablamos pues. Osea, en parte.
-A ver, sorpréndeme.
-Te pregunto algo. ¿Porqué estás respirando?
-ja ja ja, no seas tonto. Y si no respirara ¿qué, sería mejor para tí? Cuidadito con querer deshacerte de mí. - fingiendo un golpe en el estómago.
-Claro, ese es el punto. -Sonriendo picarescamente- Déjame explicarte. Tu no respiras porque quieres, es como una obligación.
-Ah, con que una obligación. Comenzaré a molestarme.
-ja ja ja, no. Mira, es la parte inconsciente de tu cerebro la que te obliga a respirar. Si tu controlaras el noventa por ciento de tu mente no tendrías la respiración en automático.
-¿Ah, y eso es lo que quieres, no? -riendo
-¡No! Eso es lo que está fallando. Cuando las ratas tienen control total sobre su mente, dejan de controlar su respiración. ¡El fármaco puede estar funcionando bien!
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